Misiones aprobó por unanimidad el Programa Provincial de Investigación y Desarrollo de Productos de Uso Medicinal de Hongos y Derivados.
En Misiones, donde la tierra roja se adhiere a la piel y el monte respira humedad, un instituto compuesto en gran parte por científicas y profesionales de distintas áreas está cambiando la historia de la salud pública desde un lugar silencioso y revolucionario: el reconocimiento y el estudio de los hongos medicinales.
“Darles un marco legal a los hongos medicinales es también hacer de esto una política pública”, dice la bióloga Florencia Restelli en diálogo con Las12, tras la sanción del Programa Provincial de Investigación y Desarrollo de Productos de Uso Medicinal de Hongos y Derivados, en un contexto nacional marcado por el recorte en ciencia y tecnología. Para ellas, el reconocimiento no es una formalidad aprobada en la Cámara de Representantes: es una conquista tejida durante años entre productores, investigadoras, comunidades rurales y hasta grupos de jubiladas que salen al monte a recolectar para preparar medicinas naturales o para consumo personal.
Misiones se convirtió así en la primera provincia del país en aprobar una ley para investigar y desarrollar productos medicinales derivados de hongos. Impulsada por el diputado Martín Cesino, la norma fue votada por unanimidad a fines de agosto y coloca a la provincia en la vanguardia de una agenda que cruza soberanía científica, salud pública, conservación de la biodiversidad y saberes ancestrales.
Desde el Instituto Misionero de Biodiversidad (IMiBio) celebran el impacto inmediato que tuvo la aprobación. “Ya generó el interés de universidades y organismos de otras provincias y de otros países”, cuentan. El entusiasmo ya impulsa acciones concretas: la articulación con equipos médicos y productores para que los hongos medicinales lleguen al sistema de salud formal y sean contemplados por profesionales para distintos tratamientos. “Estamos pensando en un encuentro entre productores, médicos y recolectores para formalizar este programa y articular desde la recolección hasta la atención en salud”, explica Restelli. La escena es cotidiana: “Acá nomás, en el patio del instituto, los encontramos”, dice señalando la ventana detrás suyo. “Hay medicinas. No son mágicos ni milagrosos, pero sí un recurso medicinal que ayuda”.
Lucía describe con precisión clínica: “En cáncer alivian síntomas y malestares, potencian el sistema inmune. Acompañando un tratamiento, esta terapia puede ayudar muchísimo: fibromialgia, disminución del dolor, esclerosis múltiple, mejora de la calidad de vida. Melena de León para lo nervioso; Reishi para lo autoinmune. En procesos de quimio, el Reishi es buenísimo para sostener el cuerpo”. La lista es larga: especies adaptógenas que forman parte de la funga misionera, y que pueden complementar tratamientos médicos.
Aunque la noticia estalló con la sanción de la ley, el trabajo no empezó ahora. IMiBio investiga hongos medicinales hace años, articulando equipos interdisciplinarios, laboratorios, productores y medicina comunitaria. Por eso, cuando la norma se aprobó y el instituto quedó definido como autoridad de aplicación, algo se aflojó en el pecho. En tiempos de recortes y negacionismo científico, reconocer las medicinas de la tierra —la abundancia que brota en el barro y en el monte— es un acto de resistencia.
Para la diputada misionera Astrid Baetke, el mensaje es político. “Mientras en otros lugares se discute cuánto recortar, Misiones invierte en ciencia, salud y soberanía del conocimiento. Esta ley es una declaración de principios”, afirma. Y agrega: “En tiempos de incertidumbre, estamos apostando al futuro”.
El cuidado y la soberanía
El IMiBio nació en 2018 como un ente provincial dedicado a la investigación, conservación y regeneración de la selva paranaense. “Somos un equipo multidisciplinario con dos sedes: la científica en Puerto Iguazú, cerca de investigadores de la triple frontera”, explica Restelli. El instituto administra el Protocolo de Nagoya, el acuerdo internacional que regula el uso ético y justo de recursos biológicos y genéticos. “Evaluamos solicitudes, protocolos y la cantidad de individuos a utilizar. Aprobamos o no los proyectos”, detalla la Dra. Lucía Acuña, quien insiste en que entienden la salud como un sistema integrado.
En contraste con organismos nacionales como el CONICET, el IMiBio depende exclusivamente del financiamiento provincial, lo que le garantiza autonomía y continuidad en este contexto de desmantelamiento de la ciencia a nivel nacional. No sorprende: Misiones fue la primera provincia en crear un Ministerio de Ecología y hoy protege el remanente más grande de Selva Atlántica interior. “La conservación siempre fue un eje. Somos una provincia joven que legisló temprano sobre el uso de la tierra”, resumen.
En ese ecosistema institucional, también se reconfiguran roles y liderazgos. “Un 60% del instituto somos mujeres y disidencias: acá el liderazgo femenino tomó un rol muy importante”, dice Florencia. La presidenta del IMiBio, Viviana Rovira, encabeza un equipo que viene consolidando una mirada de ciencia situada en la región. Esa línea de trabajo conversa con experiencias como la de María Eugenia Suárez, doctora en Ciencias Biológicas que recopiló, junto al pueblo wichí del Gran Chaco, una farmacopea con 115 especies y más de 400 usos medicinales. Son antecedentes que delinean un linaje de investigación pública sin extractivismo, donde el conocimiento de los territorios es parte del futuro posible.
El proceso que derivó en la ley es largo y colectivo. Allí aparece el nombre de Gabriela Flach, productora, referente feminista e impulsora del movimiento micológico en la provincia. Cuando Florencia la nombra, se emociona. “Perdimos a la mejor de todas nosotras”, dice, mira hacia arriba y lanza un beso. “A ella le hubiera encantado vivir esto. Con la ley se abre la oportunidad de formalizar terapias que ya existen, que ya acompañan, que ya alivian”. La norma no sólo establece un marco regulatorio: habilita la articulación con comunidades rurales, productores, profesionales de la salud y usuaries que hace tiempo recurren a estas prácticas. Es una forma de que el conocimiento que ya circula —en talleres, en montes, en patios, en cuerpos— se vuelva política pública.
La articulación es el corazón de esta ley, destaca la diputada. El IMiBio aporta la capacidad científica, de formación y tecnológica —incluida la creación del Banco de Cepas y la conservación de especies—, mientras que el Ministerio de Salud Pública garantiza el enfoque sanitario, ético y regulatorio. Ambos organismos trabajarán de forma coordinada con universidades, centros de investigación y empresas locales, para desplegar una red provincial de innovación en salud y biotecnología fúngica.“La idea no es que la ciencia quede encerrada en un laboratorio, sino que circule en el territorio y mejore la vida de nuestra gente”, destaca la diputada Astrid Baetke.
Un año de leyes históricas
Este año Misiones aprobó dos normas fundamentales que colocan a la provincia en un lugar de avanzada en el desarrollo científico y productivo vinculado a los hongos: la Ley de promoción del cultivo y recolección de hongos comestibles, y la Ley de hongos medicinales, que crea el Programa Provincial de Investigación y Desarrollo de Productos de Uso Medicinal de los Hongos y Derivados. Ambos procesos cuentan con el IMiBio y los ministerios del Agro y la producción, Agricultura Familiar y Salud Pública como autoridades de aplicación.
Entre las consultas más frecuentes aparece el Psilocybe cubensis, hongo asociado a usos psicodélicos. Florencia y Lucía aclaran que queda por fuera del nuevo marco legal. “La norma no promueve el cultivo, consumo ni uso de psicodélicos”, explica Lucía. Aunque estén en auge las investigaciones a nivel mundial sobre depresión o parkinson, entre otros padecimientos, siguen clasificados como sustancias peligrosas a nivel nacional y su manejo depende de otras autoridades. La regulación misionera apunta, en cambio, a los usos medicinales hoy permitidos: aquellos que ya se cultivan, producen y comercializan legalmente.
“Desde 2018 damos talleres y formaciones en cultivo y recolección sustentable en toda la provincia. Publicamos guías de descarga libre y trabajamos con productores desde un enfoque de sustentabilidad”, cuenta Restelli, orgullosa. El crecimiento del cultivo de hongos generó una oportunidad histórica: poner en diálogo saberes científicos, productivos y populares para crear valor agregado local. No se trata —coinciden— de controlar o restringir, sino de fortalecer un proceso que ya existe. “Las personas ya cultivan y usan hongos medicinales en Misiones desde hace años, y lo hacen muy bien. Queremos sumar herramientas y conocimiento para que eso crezca y se transforme en bienestar”, dice Lucía. La ley permitirá desarrollar investigación propia sobre géneros nativos de Ganoderma, Melena de León, Trametes o Cola de Pavo, y profundizar saberes que muchas veces nacen de prácticas rurales y comunitarias. “No vamos a inventar nada: los saberes existen. Nuestro trabajo es articular, sistematizar y compartir”, afirma Florencia.
La legisladora Astrid Baetke, que acompañó el proyecto, destaca que“Misiones siempre invirtió en conservar la biodiversidad. El desafío ahora es que esa riqueza se transforme en calidad de vida y en trabajo con identidad local”. Para ella, la ley marca un posicionamiento estratégico: “Queremos construir una economía científica del futuro con valor agregado en origen, con conocimiento propio y sin extractivismo intelectual”.
En ese sentido, la creación del Banco de Cepas Fúngicas busca resguardar y compartir recursos biológicos sin privatizarlos. “Que el patrimonio genético quede en la provincia y circule entre productores, universidades y cooperativas”, explica Baetke que se trata de una estrategia de soberanía biotecnológica “ convertimos la biodiversidad en conocimiento, y el conocimiento en desarrollo sostenible”.
Cómo llegaron a los hongos
Lucía Acuña recuerda que su camino empezó en pandemia, cuando el instituto asumió el desafío de dar respuesta diagnóstica al COVID en la triple frontera. Mientras avanzaba con investigaciones sobre HPV, el equipo profundizaba en cultivos de hongos comestibles y las fronteras entre la biomedicina y la micología empezaron a desdibujarse. “Los hongos medicinales son algo ancestral y vimos un potencial enorme. La idea fue ampliar y formalizar la investigación”.
La motivación de Lucía es política y personal. “Misiones y Formosa son las provincias con mayor mortalidad por cáncer de cuello uterino. Tenemos una altísima prevalencia de HPV y en los patios de nuestras casas crece Trametes, un hongo con propiedades antivirales que en muchos países ya se utiliza para tratarlo. Si tenemos en el patio de nuestra casa un recurso natural que puede ayudar, ¿cómo no investigarlo?”. Para ella, los hongos son hoy una herramienta para acompañar diagnósticos, tratar síntomas y fortalecer el sistema inmune, pero también un puente hacia la salud mental: “Vengo de neuro, y Melena de León es el caballito de batalla para memoria, déficit de atención y enfermedades neurodegenerativas”.
La historia de Florencia Restelli es distinta, pero converge en el mismo punto. Nacida en Posadas, formada en Córdoba y atravesada por la militancia feminista, llegó a Puerto Iguazú con el deseo de trabajar con hongos desde sus implicancias sociales y productivas. “Yo soñé trabajar con hongos cuando era estudiante”, dice. Su puerta de entrada fue la alimentación: los hongos comestibles cultivados sobre madera y la posibilidad de reutilizar subproductos de la industria agroforestal. “Somos una provincia maderera y necesitamos nuevas formas de producción de alimentos para pensar en la sustentabilidad de nuestro suelo. La seguridad alimentaria es central para las políticas públicas”.
Ese camino la llevó a formarse en Estados Unidos en conservación de cepas vivas y cultivo de champiñón. Volvió convencida de que Misiones podía tener su propio banco: “Hoy vamos a tener once cepas de hongos medicinales de la provincia. Se podía, se podía y se puede”, recuerda sobre las primeras pruebas junto a Gabriela Flach. “Los hongos entraron por cariño, por importancia biológica y terminaron siendo mi vida”.
“Hoy con toda la honra y la humildad puedo decir que vivo por y para los hongos”, dice Agustín, integrante de de Ka’a Porã Agroecología, que significa “planta hermosa” en Guaraní, también está asociada a una leyenda de un espíritu que protege el monte. Recolector, apicultor y organizador del Festival de la Funga. “Todo empezó encontrándolos, probándolos, cocinando. Todo pasó por el cuerpo hasta que entendí que había que compartir”. Desde una reserva, en las afueras de Posadas, con pájaros de fondo y a la sombra de un tala, cuenta cómo la ley abre posibilidades: un banco de cepas nativas, semillas miceliadas accesibles, créditos para productores. “Para quienes trabajamos desde la tierra, la ley es una bocanada de aire nuevo”.
Un territorio que habla
Los hongos están en cada tronco que se descompone, en cada raíz que crece, en cada corteza urbana. Transforman la materia y sostienen la vida. Y también sostienen una red humana: cooperativas, científicas, militantes, recolectores, pacientes, médicos. En un país donde la ciencia y la universidad pública son atacadas, donde la palabra investigación se vuelve sospechosa y donde la salud queda sometida a la lógica del mercado, lo que sucede en Misiones abre otra conversación posible.
Porque producir conocimiento desde la Selva paranaense no es lo mismo que hacerlo en un laboratorio aislado del territorio. Acá la investigación ocurre con los pies embarrados, en diálogo con quienes cultivan, recolectan, cuidan animales, acompañan dolores y sostienen la vida cuando el Estado llega tarde o no llega. En alianza con la universidad pública, con productores rurales, con profesionales que buscan alternativas y con saberes que no nacieron en la academia, pero que alimentaron generaciones enteras.
Cuando el horizonte es el desmantelamiento de la ciencia y la salud pública, apostar a un conocimiento que nace en el territorio y vuelve al territorio es una forma de defender la vida. Como dice Lucía Acuña: “Si tenemos un recurso natural que puede ayudar, ¿cómo no investigarlo y producirlo?”. La pregunta ahora es cómo seguir tejiendo esta trama para que nadie quede afuera.
Fuente: Página 12





