Jerome Powell habló fuerte en Jackson Hole. La Fed no cejará en su empeño de domar a la inflación y devolverla al corral del 2%. La receta, tasas más altas y por más tiempo. Pero es la realidad quien tiene la última palabra. Y vaya si se hizo escuchar. La inflación minorista no baja aunque sí caen los precios -internacionales y domésticos- de la energía. Y también declinan por segundo mes consecutivo los precios mayoristas, y los de importación y exportación.
A nivel mayorista, los precios de los bienes cayeron 1,2% pero los servicios, que son más intensivos en mano de obra, se encarecieron 0,4%. En marzo, con la invasión rusa a Ucrania, la Fed comenzó a izar las tasas desde cero, y la inflación minorista fue 1,2%. En agosto, apenas 0,1%. La energía fue decisiva. Pero la verdadera procesión se abulta. La inflación núcleo, que entonces alcanzó 0,3%, se duplicó. La mancha se extiende. La política monetaria, ¿funciona? ¿Habrá que acelerarla? ¿Hacerla más corrosiva? Teléfono para Powell y compañía.
La Fed no puede lidiar con un shock adverso de oferta, no puede reemplazar el petróleo y gas de Rusia, pero la inflación ya no pivotea sobre la escasez de energía, y su área de influencia se esparce. Pregunta obligada: ¿se quedó corto Powell en Jackson Hole?
Mirada
La Fed no ve una recesión. Su mirada prioriza la fortaleza del mercado laboral, el gasto sostenido del consumidor y la recuperación de su confianza, más los buenos balances de las empresas. En este terreno, la realidad, a vuelta de correo, también tenía algo importante que agregar. FedEx trajo el recado a domicilio. Sus ganancias por acción caerán 33% en el trimestre. Menos cargas y fletes anticipan un revés económico profundo. No es lo peor: la compañía retiró sus proyecciones para 2023. Las tendencias macro internacionales “se deterioraron significativamente” y la firma espera que se hundan todavía más.
El peor alerta corporativo de los últimos 20 años (según Deutsche Bank) dice que la tormenta se nos vino encima, y no hay visibilidad. La Bolsa pasó factura: el papel derrapó como nunca antes en su historia, 21%. El índice Dow Jones de Transporte (líder del comportamiento cíclico) zozobró 5%. En la semana, su baja totalizó 8%. El S&P 500 que la semana pasada apostó a una inflación módica con un salto de 3,8% colocó la marcha atrás: cayó 4,8%. La inflación amplía su base mientras el peligro de que se abra un cráter en la economía (y los estados contables) toca la puerta. Si la experiencia sirve de guía, el aviso de FedEx debería ser solo el primero de los mohicanos. ¿Qué dirá la Fed? Nada hasta culminar su reunión el miércoles. ¿Aumentará la dosis individual de su intervención? Los futuros no creen en la hipótesis de un salto de 100 puntos base.
La noticia de FedEx desaconseja un crescendo súbito, y favorece la línea de sostener una intensidad en alza por más tiempo pero sin barquinazos, estrenada en Jackson Hole. Powell traerá los nuevos planos de su hoja de ruta: el famoso “mapa de puntos”. En paralelo, las tasas largas merodean los máximos del período, 3,51% a diez años. Contribuyen con el endurecimiento de las condiciones financieras. Si la inflación no cede, tampoco lo hará Fed. Es su deber y la clave de su reputación.
La recesión, aunque no sea una realidad ya, surgirá como el costo inevitable de la pulseada. La Bolsa está atrapada entre ambos fuegos, y retrocede con elegancia. La noción de pasar revista a los mínimos de abril -un chapuzón extra de 6,5%- se cae de madura ante la perspectiva de un aterrizaje brusco. Así, la única certeza es que las tasas cortas subirán reunión tras reunión. Que no haya recortes en 2023 es la intención oficial, pero nadie puede garantizarla. En caso de un choque de planetas habrá que rebobinar rápido.
Fuente: Ámbito


