Se siguen derrumbando los estereotipos del prohibicionismo: de acuerdo a una nueva encuesta, usar cannabis es la puerta de entrada, pero a la jardinería.
La investigación, llevada a cabo por la empresa norteamericana Homegrown Cannabis Co. entre 1.327 personas que cultivan cannabis en sus hogares, reveló un dato llamativo: dos de cada tres personas encuestadas comenzaron a plantar tomates después de iniciarse en el autocultivo de marihuana.
No todos dieron ese paso de inmediato; casi una cuarta parte contó que pasaron varios años entre su primera planta de cannabis y su primer tomate. Lo interesante es que, para muchos, la motivación no fue solo gastronómica, sino también emocional: el placer de cuidar una planta desde la semilla hasta la cosecha se volvió adictivo en un buen sentido.
Del cannabis al resto de la huerta
El tomate se lleva el primer puesto como cultivo que sigue al cannabis, pero no está solo. Según los datos del relevamiento, después se suman con frecuencia albahaca, frutillas, ajíes picantes, pepinos y lechuga. Son variedades fáciles de manejar para quien ya domina la paciencia, la observación y la constancia que requiere el cannabis, y que además se complementan muy bien en recetas caseras.
Muchos encuestados relataron que, después de un par de temporadas de cannabis, se sintieron capaces de probar con otras especies. Algunos lo hicieron para ahorrar en la compra de verduras frescas; otros, por el simple gusto de ver crecer más plantas en su patio.
Diferencias generacionales marcadas
Uno de los hallazgos más curiosos del estudio es la diferencia entre generaciones. Entre los adultos mayores, apenas un 29% reconoció haber cultivado cannabis antes que realizar otro tipo de jardinería. En cambio, en los usuarios más jóvenes, esa cifra trepa al 62%. Este cambio refleja una nueva relación con la planta, más vinculada a la experimentación y al aprovechamiento de sus usos, tanto recreativos como medicinales.
El fenómeno es más fuerte en regiones donde el cannabis es legal, pero no desaparece en las zonas con leyes más estrictas. Incluso en contextos de prohibición, muchos cultivadores dan el salto al tomate y a otras verduras, aunque deban hacerlo de forma discreta para evitar problemas legales.
Más allá de la variedad de especies, la encuesta también revela algo que no se mide en números: las habilidades adquiridas. Cuidar cannabis implica desarrollar paciencia, atención al detalle y dedicación, las mismas cualidades necesarias para sacar adelante tomates sanos o cualquier otro cultivo.
Quienes hicieron el cambio coinciden en que esta experiencia les dio seguridad para ampliar la huerta. Una vez que se entiende cómo responder a las necesidades de una planta exigente como el cannabis, la jardinería de otras especies se siente mucho más sencillo. Además, hay un componente estético y emocional: ver un patio lleno de colores y texturas es tan satisfactorio como disfrutar de la cosecha.
En palabras de la directora de Homegrown Cannabis Co. a medios norteamericanos, la combinación entre tomates y cannabis es perfecta: uno aporta sabor fresco para la mesa, el otro un bienestar que trasciende lo gastronómico.
Cannabis y jardinería: la salud también juega
El salto del cannabis a la jardinería no solo alimenta el alma y la alacena, también desafía prejuicios muy instalados. El estereotipo del “fumón vago” se contradice con varios estudios recientes.
Una investigación financiada por el gobierno de Estados Unidos y publicada este año encontró que los adultos son más activos físicamente en los días que usan cannabis. Esto sugiere que, lejos de fomentar la inactividad, la planta podría incluso asociarse a un estilo de vida más dinámico.
Otra publicación en la revista Preventive Medicine Reports señaló que quienes usan cannabis caminan más que los no usuarios y que los consumidores de cigarrillos electrónicos. Además, su nivel de participación en actividades físicas y entrenamientos de fuerza es similar, y en algunos casos mayor, al del resto.
Si a esto se suma que el cultivo es, de por sí, una actividad física moderada que implica agacharse, trasladar macetas, podar y regar, la ecuación es clara: plantar cannabis y tomates puede ser una forma efectiva de mantenerse en movimiento.
Un cambio cultural en marcha
El hecho de que el cannabis impulse a la gente a cultivar más alimentos no es un fenómeno aislado. Forma parte de una tendencia más amplia hacia el autoconsumo y la autosuficiencia. Las personas que descubren el valor de producir lo que consumen tienden a ampliar sus conocimientos y sus cultivos con el tiempo.
Además, el acto de sembrar y cosechar conecta con prácticas más sostenibles: menos envases, menos transporte de alimentos y una huella ambiental reducida. En tiempos en que la alimentación saludable y el respeto por el medio ambiente están cada vez más presentes en el debate público, este tipo de huertas mixtas se convierte en un ejemplo práctico de cómo combinar placer, utilidad y responsabilidad ecológica.
Del mito a la maceta
En definitiva, el relato del cannabis como “puerta de entrada” se desarma ante un escenario más realista y positivo. Lo que muchas veces empieza con una sola planta en maceta puede terminar en un jardín lleno de tomates, hierbas aromáticas y verduras frescas.
Lo más interesante es que este efecto no se limita a las zonas con leyes flexibles. Incluso en contextos más restrictivos, el impulso de cultivar y diversificar la huerta parece más fuerte que la amenaza de la prohibición. La planta que durante años estuvo rodeada de estigmas hoy funciona como catalizador de un cambio cultural donde la jardinería, la salud y la autosuficiencia caminan juntas.
Así, el “camino” que propone el cannabis no lleva a la perdición sino más bien al jardín. Una transición que, según la encuesta, cada vez más personas están felices de transitar.
Fuente: Revista THC




